Cuando hablamos de la fuente de alegría tenemos que saber dónde es que la encontramos. La Biblia nos dice que, ‘El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida.’

Cuando una persona no vive con el Señor Jesucristo en su interior, en realidad no tiene la fuente de la alegría, nuestra vida, sin Él, se vuelve algo mecánico, nos levantamos, trabajamos, vivimos amargados o malhumorados, con sensaciones o sentimientos de odio, enojo, rencor hacia los demás, nada nos produce alegría o gozo, y al llegar a nuestro hogar volvemos amargados con nuestra familia, nos desquitamos con ellos. 

Cuando no tenemos al hijo de Dios, no tenemos vida, ¿cómo se le podría llamar vivir a una tragedia o una constante amargura?

Para tener la verdadera fuente de alegría en nuestro interior es necesario tener al hijo de Dios en nuestro interior, pero Él solamente estará si se siente cómodo, de lo contrario no permanecerá ahí en nuestro corazón. Esto es como un matrimonio feliz, se está junto a una persona porque es el complemento de cada quien.

Tener el hijo de Dios, es tratarlo como se merece, hacerlo feliz, dedicarle tiempo, hacerle ver que Él es una prioridad en nuestra vida. Tener al Señor Jesucristo significa dedicarle devoción, hacerlo sentir cómo en nuestro interior y que se sienta tranquilo sin traer algo que a Él le ofenda o lastime. 

La fuente de alegría es tener al Señor Jesucristo en nuestro interior. 

ORACIÓN:

Padre, en el nombre del Señor Jesucristo de Nazaret, hoy te damos las gracias por permitirme conocer más de Tú palabra tan maravillosa. 

Señor, hoy nos recordaste que no podemos llamar vida, a lo que desarrollamos estando apartados de Ti, así no se puede vivir tranquilo, porque Contigo tenemos una vida plena, llena de alegría y gozo. 

Pedimos por esas personas que creen en Dios, pero no te tienen en su interior, no estás cómodo en el interior de ellos.

En el nombre del Señor Jesucristo, amén y amén.