1 Pedro 3:4 (NTV) En cambio, vístanse con la belleza interior, la que no se desvanece, la belleza de un espíritu tierno y sereno, que es tan precioso a los ojos de Dios.

Este es el mensaje que el apóstol Pedro dirige a las mujeres, y cuánta falta hace escucharlo en la actualidad. Hoy en día, la sociedad exalta la belleza física de las mujeres, un atributo que, sin duda, es impactante. La belleza femenina es extraordinaria en su aspecto físico, corporal y facial. Sin embargo, el error radica en sobrevalorarla tanto que se llega a pensar que si una mujer no cumple con ciertos estándares establecidos por la sociedad y las redes sociales, entonces no es bella.

Nos han hecho creer que la belleza femenina solo existe si se ajusta a ciertos parámetros: una figura específica, un color de piel determinado, el tamaño ideal de ojos, pestañas o cabello. Desde el auge de las redes sociales, aproximadamente desde 2010, hemos visto una uniformidad en los estándares de belleza. Muchas mujeres buscan parecerse a un modelo idealizado: el mismo cabello liso, los mismos labios voluminosos, la misma forma de cuerpo. Aquellas que no cumplen con estos estándares recurren a cirugías y tratamientos para encajar en este molde.

Vivimos en una generación bombardeada por un concepto superficial de belleza, pero la Biblia nos recuerda una verdad eterna: "Vístanse con la belleza interior, la que no se desvanece." Esta belleza es perdurable, resiste el paso del tiempo y los embates de la vida, a diferencia de la apariencia física, que es temporal.

El apóstol Pedro enfatiza que la verdadera belleza radica en un espíritu tierno y sereno, lo cual es precioso a los ojos de Dios. Queridas mujeres, el mensaje de hoy es para ustedes. Lo más atractivo de una mujer no es su apariencia externa, sino su pureza, sencillez, humildad y amor propio expresado en confianza. A los hombres no nos impresiona tanto que se vean como las celebridades de las redes sociales. Nos atrae la mujer que es pura, sencilla, segura de sí misma y que no busca la atención constante de los demás.

El apóstol Pedro menciona cómo las mujeres de antaño, como Sara, esposa de Abraham, confiaban en Dios y encontraban su seguridad en Él. No trataban de parecerse a las celebridades de su época; su confianza estaba en Dios, lo que las hacía realmente hermosas. Estas mujeres eran puras y se guardaban para un solo hombre, y esa pureza era su mayor atractivo.

Es tiempo de fomentar la belleza interior y de enseñar a nuestras hijas jóvenes la importancia de cultivar lo que realmente tiene valor: su carácter, su corazón, su relación con Dios.

ORACIÓN

Padre Celestial, en el nombre de Jesús de Nazaret, te damos gracias porque tu Palabra es tan vigente y perfecta para nuestra vida. Hoy presentamos delante de ti a las mujeres de esta generación, aquellas que viven afanadas por parecerse a las figuras de las redes sociales y a las esposas de los futbolistas de moda.

Señor, que el anhelo de sus corazones sea cultivar la belleza interior. Ayúdales a conocer más tu Palabra, a adquirir principios bíblicos, a memorizar tus versículos y a vivir en pureza y santidad.

Que sean mujeres que se esfuercen por ser bellas por dentro, que se guarden para ti, que se conviertan en mujeres de valor y respeto, con la autoridad que tú les das como respaldo por ser tus hijas.

Señor, las bendecimos y te damos las gracias, orando en el nombre de Jesús de Nazaret.

Amén y Amén.

¡Bendiciones!