Mateo 16:26 (NTV) ¿Y qué beneficio obtienes si ganas el mundo entero pero pierdes tu propia alma? ¿Hay algo que valga más que tu alma?

¿Cuál es el elemento de mayor valor en el mundo? La respuesta puede variar según a quién se lo preguntes. Algunos dirán que son los diamantes, cuyo valor es impresionante. Otros, como los inversionistas, señalarán el arte, que constantemente aumenta en precio. También se menciona el oro, las propiedades o bienes raíces como respuestas comunes. Sin embargo, desde la perspectiva de Jesús, la respuesta es muy distinta. Él nos enseña que el alma es el elemento más valioso que existe.

Jesús lo expresa claramente: “¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma? ¿O qué puede dar el hombre a cambio de su alma?” Con esta afirmación, descarta el oro, el arte, las propiedades y cualquier otro bien material, estableciendo que todos ellos tienen un valor insignificante comparado con el alma. Pero, ¿por qué considera el alma tan valiosa?

La razón es simple: todo en este mundo es temporal. Todo lo material, por valioso que sea, desaparecerá eventualmente. Lo único eterno es el alma. Esa eternidad es lo que otorga su verdadero valor. 

Elementos como el oro son apreciados porque resisten el paso del tiempo y parecen duraderos. Sin embargo, según las palabras de Jesús, incluso la tierra misma dejará de existir algún día. Solo el alma tiene la capacidad de trascender más allá de esta vida. 

Cuando dejamos este mundo, no nos llevamos posesiones materiales: ni el oro, ni las obras de arte, ni las propiedades. Lo único que permanece y trasciende es nuestra alma, y esto la convierte en el mayor tesoro que podemos cuidar. No obstante, es triste observar que muchas personas descuidan esta parte tan valiosa de su ser. A menudo entregan su alma a cambio de dinero, comodidad o bienes temporales, perdiendo de vista su verdadero valor. 

Hay quienes, además, cargan con almas heridas, golpeadas y descuidadas. Las heridas del alma no se sanan con el tiempo por sí solas, y muchos ignoran la importancia de buscar esa sanidad interior. Jesús nos recuerda que el alma merece nuestra máxima atención porque es eterna.

Pero esta enseñanza no solo aplica a nuestra propia alma. También debemos reflexionar sobre las almas de nuestros seres queridos, especialmente de nuestros hijos. Sus almas, al igual que las nuestras, son eternas y lo único que nos puede acompañar más allá de esta vida. Por ello, la salvación y sanidad del alma de nuestros hijos tiene un valor incalculable, mucho mayor que cualquier bien material.

Es importante encontrar un equilibrio entre nuestras responsabilidades terrenales y el cuidado espiritual. Mientras trabajamos y gestionamos nuestras posesiones, debemos recordar que nuestras almas y las de nuestros hijos son el tesoro más valioso que tenemos.  

ORACIÓN

Padre Celestial, en el nombre de Jesucristo, te damos gracias por la sabiduría que derramas a través de tu Palabra. Nos recuerdas, Señor, que no hay nada más valioso que nuestra alma, un tesoro eterno que a menudo descuidamos en busca de bienes temporales.  

Hoy te pedimos que abras nuestros ojos y corazones para valorar este regalo que nos has dado. Ayúdanos a cuidar nuestra alma y a procurar su sanidad. También te pedimos por las almas de nuestros hijos, para que puedan ser preservadas y guiadas por tu luz.  

Señor, queremos trascender esta vida con almas salvas y sanas. Que todo lo que hagamos esté alineado con este propósito eterno. Gracias por tu amor y por mostrarnos lo que verdaderamente importa.  

Oramos en el nombre de Jesús. 

Amén y amén.

¡Bendiciones!