Dice la Biblia que en aquella ocasión iba bajando de la barca y una gran multitud le esperaba; dentro de toda esa multitud había varios enfermos, porque definitivamente muchos de los que seguían a Jesús eran personas que tenían sus dolencias.

La fama, se había corrido por todas las aldeas, diciendo que era un hombre que sanaba a los enfermos, así que lo esperaban donde quiera que Él se encontraba. En alguna ocasión, incluso rompieron el techo de una casa para llevar a un enfermo.

Lo buscaban los enfermos precisamente para poder recibir esa sanidad, y Jesús tenía compasión por ellos. La Biblia dice que, cuando bajó de la barca, ya una gran multitud le esperaba y muchos estaban enfermos, de los cuales empezaron a recibir la sanidad que Jesús tenía para ellos.

Pero me llama la atención que dice la Biblia que sanó a los enfermos y no dice que haya sanado a los que dentro de los enfermos eran justos o eran buenos, ni tampoco dice que haya sanado a los que se había portado bien. No, Él sanó a todos por igual, independientemente de la forma en que se habían portado anteriormente.

Así que, el pasado no era una condicionante para que Jesús sanara a unos o a otros; Él lo hizo con todos los enfermos por igual y el pasado no influyó en su decisión de sanar a los enfermos, a los heridos, pero tampoco influyó el futuro, porque Jesús no solamente conocía el pasado, también conocía el futuro y el futuro de muchos de ellos no iba a ser el mejor.

Estoy seguro que pudo sanar el habla de muchos mundos, que algún día iban a maldecir con esa misma lengua, sanó a paralíticos, que un día fueron a utilizar sus pies para correr a robar lo ajeno, estoy seguro que sanó a muchos ciegos, que después con esos mismos ojos iban ellos a codiciar lo ajeno. El pasado de las personas, ni el futuro de ellas, influyó en la decisión de Jesús de sanar a los heridos.

¿Sabes? Lo mejor de todo es que en esta misma época Jesús hace exactamente lo mismo. Él sana a los heridos, independientemente del pasado que hayan tenido y del futuro que ellos vayan a tener, de igual manera el Señor los salvó.

El amor de Jesús es tan grande, que Él simplemente puede ver al herido y ahí se derrite el Señor Jesús, ahí es donde Él suple las necesidades nuestras.

Creo que la mayoría de nosotros podríamos decir que no merecíamos la sanidad de Él y por esa razón, se identifica como un Dios de amor y de misericordia, que independientemente de lo que hayamos hecho en nuestro pasado o que nosotros tenemos pensado hacer en el futuro, Él sana nuestras heridas. 

Por eso es tiempo de agradecerle a Él aprovechar la oportunidad que nos ha dado y apreciar todo lo que Él ha hecho por nosotros, para así poder transmitir ese mismo amor por los heridos a las demás personas, que a través de nosotros las personas puedan ver el reflejo del amor de Dios hacia cada uno de ellos. 

ORACIÓN

Padre, en el nombre del Señor Jesucristo de Nazaret, hoy te damos las gracias, porque cuando nos levantamos y miramos la luz de un nuevo día, podemos darnos cuenta de tu gran amor por nosotros. 

Pero también hemos aprendido Señor, que ese amor por los abatidos y por los heridos, no dependía del pasado de ellos, ni mucho menos del futuro de ellos. Dependía de tu amor, y eso, eso queremos desarrollar también nosotros.

Señor, independientemente de su condición, independientemente de su historial en la comunidad o en la sociedad, permítenos amarnos, abrazarlos, dar lo mejor de nosotros para ellos, independientemente también del futuro de ellos, nosotros no lo conocemos señor, pero lo que sí conocemos es que debemos de imitar tu conducta y tu amor, y que en nosotros debería de verse reflejado ese gran amor por las personas.

Señor, hoy, hoy nos disponemos a iniciar una semana nueva y lo hacemos con la bendición tuya Señor, enfocados en lo que tienes preparado para nosotros. 

Gracias mi Padre.

Amén y amén.