Cada vez que Él hacía conciencia de quién era, estoy seguro que también hacía conciencia de lo que tenía que hacer aquí en la Tierra, Dios no vino por producto de la casualidad o por el destino, Él vino porque había un plan.

Era una promesa ya escrita, era parte del plan y por esa razón es que desde que Jesucristo nació y vino a la tierra, ya vino crucificado, el destino de Él era la muerte por medio de crucifixión y pagar de esa manera por los pecados de la humanidad.

Por esa razón, es que cuando Jesucristo hacía conciencia acerca de quién era, a qué se dedicaba, hacia dónde caminará, yo estoy seguro que la sombra de la forma de la cruz siempre estaba a la vista de Él, por donde andaba, andaba la vista de la forma de una cruz, esa sombra que lo perseguía. 

Lo dijo con tal contundencia, lo dijo con tal seguridad que yo estoy seguro que Él tenía muy presente todo tiempo y todo momento que su hora llegaría. No fue tomado por sorpresa, no fue tomado porque ya no había más escapatoria, más salida; Él era parte del plan. 

Pero como quiera que lo llames, pero a este acto de crucifixión no lo llames un accidente por favor, porque esto no lo fue, no fue causa del destino o de la casualidad, ni mucho menos es un cuento de hadas, porque esto fue una realidad, esto es histórico. 

Cristo murió y no le arrebataron la vida, sino que Él mismo la entregó por amor a cada uno de nosotros, donde Él estuvo dispuesto a ponerse en tu lugar, a recibir el castigo que tú merecías, a recibir el maltrato, que tú tenías que recibir a recibir la golpiza y el juicio que pesaba sobre nuestras vidas. Y eso, eso el día de hoy nos hace libres.

Por eso yo te digo que Jesucristo nació crucificado, porque esto no fue tomado por sorpresa, no fue la casualidad, no fue que el diablo así lo hizo y lo castigó y lo crucificó; no, Cristo desde que nació, nació crucificado.

ORACIÓN

Padre, en el nombre del Señor Jesucristo de Nazaret, hoy quiero darte las gracias por esta oportunidad que nos has dado de compartir tu Palabra. Mi Dios, así como nosotros, fuimos para ti especiales, tan especiales que estuviste dispuesto a morir por nosotros, así este día haremos un día muy especial.

No iremos a dormir a nuestras camas antes de conmemorar tu muerte y recordar, los últimos momentos, tus últimas palabras, el mensaje que nos dabas. Hoy, todos aquellos que te amamos, todos aquellos que te llevamos en nuestro corazón, el día de hoy, es una fecha muy especial en nuestro calendario. 

Padre amado, bendice a cada persona que te busca, a cada hogar que inculca a sus hijos tu nombre, a cada familia que reconoce que este acontecimiento era un plan ya escrito desde antes de que nosotros naciéramos. 

Gracias mi Padre. 

Oramos en el nombre de Jesucristo de Nazaret. 

Amén y amén.