Esto es precisamente lo que vino a buscar el Señor Jesús; personas quebradas, personas destrozadas, personas que descubrieron que en ningún lugar pueden encontrar plenitud, gozo, alegría en ninguna cosa creada podemos encontrar esa plenitud, no en el dinero o no en la fama, no en el amor, no en las mujeres, no en el pecado desenfrenado.

Y cuando ya tocamos muchas puertas y descubrimos que estamos tan enfermos, tan pecadores, tan sucios, tan gastados, vidas destrozadas, es ahí cuando en ese preciso momento aparece Jesús a nuestras vidas y nos dice ‘Yo no he venido a buscar a justos, sino he venido a buscar a pecadores enfermos’. Imagínense que desde el cielo Dios, al vernos tan desbaratados, hubiera pensado y dicho, voy a ir a él o a ellos, cuando se porten bien, están haciendo las cosas en orden, cambien su vida.

Imagínate que Dios hubiera dicho cuando ya ellos cambien, entonces yo me acercaré a ellos, y entonces ¿ya para qué hubiera venido Dios? Ese no es el Padre de la Biblia, si pudiésemos cambiar, sin la ayuda de Él, entonces su existencia sería en vano, no serviría de nada que Él existiera si con nuestras propias fuerzas pudiéramos hacer cambios o hacer méritos de reconocimiento y tener una buena conducta y salir por nuestra propia cuenta de nuestra vida devastada. 

Pero como él sabe que no podemos por nosotros mismos, él vino y por eso que una ocasión lo dijo así en Mateo 9:12-13 ‘Al oír esto Jesús, les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. Pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento’.

Por eso el día de hoy te estoy diciendo y enseñando bajo el tema pecadores enfermos. Esa es la condición en la que Dios nos encontró, esa es la condición en la que Él sigue encontrando a personas desbaratadas. Tal vez tú y yo ahora ya estamos de este lado, pero recuerda que un día estábamos destrozados y sé que conoces a alguien que necesita tantos de la ayuda de Dios, está como un pecador enfermo como un día nosotros estuvimos. 

Nunca olviden de dónde los ha sacado Dios, nunca olviden todo lo que Él ha hecho por ustedes, nos encontró y tal cual como éramos, nos amó y nos rescató. Por eso es que dice Romanos 5:8, ‘Más Dios muestra su amor para con nosotros, en que, siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Pecadores, enfermos, estando en esa condición, Él se entregó y murió por cada uno de nosotros’.

Yo sé que tú conoces a alguien que está desbaratado ahora mismo, y en este devocional la intención lo que quiero dejarte como reflexión en tu corazón es qué te parece si oramos por una persona que tú conoces que está destrozada, que está bajo ese calificativo, pecadores enfermos. 

Porque Cristo no ha venido a buscar a los sanos, no ha venido a buscar a los justos, aquel que piensa que es justo está muy lejos de Dios, solamente aquel que piensa que de verdad está destrozado y que necesita de su Creador, esa persona es la que más cerca está, de recibir la mano extendida de su Dios diciéndole ‘Aquí estoy para contigo’. 

ORACIÓN

Padre Celestial, en el nombre de Jesús de Nazaret, hoy queremos darte las gracias porque cuando nos encontraste fue en el momento en que más te necesitábamos, cuando más enfermos, cuanto más golpeados, cuando más desviados, cuando más desorientados nos encontrábamos, cuando más devastados estábamos. Apareciste tú Señor, y ese es el Dios de la Biblia.

No podremos olvidar jamás la condición en la que nos encontraste y jamás dejaremos de agradecer lo que hiciste por nosotros; nuestras alabanzas cuando te cantamos nuestra oración dirigida a ti, es un reconocimiento a Aquel que nos salvó, nos sanó y nos libertó.

Pero mi Dios, en esta hora queremos orar por aquella persona que también te necesita, esa persona que hoy está como un día nosotros estuvimos y presentamos por sus nombres a cada una de estas personas para que les rescates, para que les levantes, para que les encuentres como nos encontraste a nosotros y Dios pedirte que la vida de ellos encuentre el propósito con el cual tú los creaste, los formaste en esta tierra.

Señor, así entregamos en tus manos a cada persona que hemos nombrado en nuestro interior.

En el nombre de Jesús de Nazaret. 

Amén y amén.