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Una Señal Celestial

El Devocional: Acuerdos Que No Se Rompen

 

Gálatas 3:17 (NTV) Lo que trato de decir es lo siguiente: el acuerdo que Dios hizo con Abraham no podía anularse cuatrocientos treinta años más tarde—cuando Dios le dio la ley a Moisés—, porque Dios estaría rompiendo su promesa.

 

Cuando Dios apareció a Abraham, él tenía 75 años. Era una edad en la que muchos ya piensan en retirarse. Abraham estaba disfrutando, es decir, tomando de los frutos, de todo lo que había hecho en su juventud. En ese momento de su vida, Dios se le presenta con una propuesta: si creía en Él, si era obediente y seguía Sus instrucciones, entonces recibiría a cambio tierra, herencia, y sería el padre de una gran familia. Una familia de la fe, a través de la cual todas las familias de la tierra serían bendecidas.

 

Hoy, al mirar hacia atrás, sabemos que lo que Dios estaba prometiendo era la venida del Mesías: aquel por quien todas las familias de la tierra serían benditas.

 

Este acuerdo fue realmente impresionante. Dios solo pedía tres cosas a cambio: Fe, obediencia y una vida intachable.

 

Y a cambio, ofrecía una inmensa cantidad de bendiciones, favores y beneficios. Era un acuerdo claramente disparejo, muy favorable para Abraham. Es como si alguien hoy te propusiera una inversión en la que tú solo pones el 5% y esa persona pone el 95%. Y al final del plazo, tú te quedas con la mayor parte de las ganancias.

 

Lo único que Abraham tenía que hacer era aceptar el acuerdo y cumplir con su parte. Así era la alianza que Dios estaba haciendo con él. Y Abraham no dudó. Seguramente pensó: “Este es el mejor acuerdo que he hecho en mi vida”.

 

Lo más poderoso de este acuerdo es que no era temporal. No tenía una vigencia limitada. La Biblia dice que ni siquiera 430 años después, cuando Dios le dio la ley a Moisés, ese pacto fue anulado. El acuerdo con Abraham seguía vigente. Y esto nos dice algo clave: Cuando Dios hace acuerdos, no se pueden romper.

 

Gálatas 3:17: "Lo que trato de decir es lo siguiente: el acuerdo que Dios hizo con Abraham no podía anularse 430 años más tarde, cuando Dios le dio la ley a Moisés, porque Dios estaría rompiendo su promesa."

 

Dios no rompe sus promesas. No falla a sus pactos. No los anula, no los olvida, no los viola. Dios no dice: "¿Sabes qué? Me cansé de ti", o "Me arrepiento, esto no debió ser". ¡No! Ese no es el carácter de Dios.

 

Dios no es un traidor. No es como Judas, ni como Caín. No es alguien que hoy te dice: “Estoy contigo” y mañana te da la espalda. Cuando Él hace un acuerdo, lo mantiene. Sus promesas son firmes. Sus pactos son eternos.

 

¿Qué tipo de acuerdos estás haciendo tú con Dios? ¿Qué tipo de alianzas estás formando?

 

Una alianza importante puede ser esta: “Señor, mientras tengas vida, te voy a servir. Me comprometo a buscar tu rostro, a llevar a mi familia a la iglesia, a inculcarles la fe. Que me vean siendo un adorador, enseñando tu Palabra. Ese es el acuerdo que yo hago contigo.”

 

Y como ya lo dijimos antes: cuando tú pones ese pequeño 5%, Dios pone el resto, y en gran medida. Lo poco que puedas ofrecer es insignificante comparado con la gran recompensa que Él tiene para ti.

 

El acuerdo no termina con tu muerte. Abraham murió, pasaron 430 años, y ese acuerdo seguía en pie. Dios seguía bendiciendo a los hijos de Abraham, y a los hijos de sus hijos, generación tras generación. Porque los acuerdos que Dios hace no pueden ser rotos. Entrégale a Dios todo lo que puedas. Porque la recompensa será mucho mayor de lo que imaginas.

 

ORACIÓN

 

 

Padre Celestial, en el nombre de Jesús de Nazaret, te damos las gracias por revelarnos tu Palabra y hacernos ver que los acuerdos que haces no necesitan una firma ante un abogado. Lo que respalda tu pacto es tu nombre, tu presencia, tu esencia. Tú no rompes tus acuerdos, Señor.

 

Gracias por mostrarnos que cuando invertimos un poco de lo nuestro en ti, siempre recibiremos recompensas mayores.

 

Hoy hay personas que están pensando dónde invertir su dinero, su juventud, su trabajo, para tener seguridad en el futuro. Pero tú nos invitas a hacer la mejor inversión de todas: nuestra vida entera en ti.

 

Nos enseñas que debemos presentarnos como un sacrificio vivo, y que tú te harás cargo no solo de nosotros, sino también de nuestras generaciones: nuestros hijos, nuestros nietos. Señor, que quien escuche este devocional entienda con sabiduría que es mejor invertir en tu Reino, en tu obra, porque ese acuerdo traerá grandes dividendos, bendiciones y satisfacciones.

 

Y nada podrá romper ese acuerdo. Gracias, Padre Celestial, por la seguridad que nos brindas. Gracias por hacernos ver lo importante que es ser como Abraham: creer, obedecer y vivir una vida intachable delante de ti.

 

Oramos en el nombre de Jesús de Nazaret.

 

Amén y amén.

 

¡Bendiciones!

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