- 29 Sep 2025
- Category: Devocional
El Devocional: Con Un Pensamiento Diferente
1 Corintios 2:16 (NTV) Pues, «¿Quién puede conocer los pensamientos del Señor? ¿Quién sabe lo suficiente para enseñarle a él?». Pero nosotros entendemos estas cosas porque tenemos la mente de Cristo.
Normalmente, vivimos conforme a lo que hemos aprendido a lo largo de los años. La experiencia nos ha enseñado muchas cosas: el dolor, la escuela, el conocimiento de nuestros padres, el ejemplo de nuestros maestros, y las voces que influenciaron nuestras vidas nos fueron formando.
Todo ese aprendizaje nos dio una mente, una manera de interpretar la vida, de decidir cómo actuar, pensar, vivir o resolver los problemas. Esa fue la estructura mental con la que crecimos, y a través de ella fuimos enfrentando los desafíos cotidianos.
Pero al llegar a Cristo, deberíamos permitir que el Espíritu Santo nos llene, transforme y renueve nuestra manera de pensar. El apóstol Pablo nos recuerda repetidamente que la mente debe ser renovada y transformada, y en este versículo específico nos enseña que tenemos la mente de Cristo.
Esto cambia todo. Antes, actuábamos según el conocimiento que teníamos, reaccionando con nuestra antigua forma de pensar. Era lo único que conocíamos. Pero ahora, con la mente de Cristo en nosotros, podemos y debemos pensar diferente.
¿Cómo se aplica esto en la vida práctica? No es complicado, pero sí requiere constancia. Podemos comenzar preguntándonos: ¿Qué haría Cristo en esta situación? Si tenemos Su mente, deberíamos pensar cómo Él resolvería nuestros problemas. Si Él estuviera en nuestro lugar, ¿qué decisión tomaría?
Imaginemos un caso específico. Tienes un conflicto con un compañero o compañera de trabajo. La relación se deteriora, surge fricción, te acusan injustamente, te señalan o te culpan. La reacción natural —según nuestra antigua mentalidad— podría ser responder de la misma forma, atacar, defenderse, buscar venganza, hacer daño.
Pero, ¿cómo reaccionaría Cristo ante esto? Recordemos cómo Jesús manejó situaciones similares, como con los fariseos, quienes constantemente lo acusaban y lo señalaban. En algunos momentos los confrontó, sí, pero también supo cuándo dejar de insistir. Comprendió que cambiar la mente de un necio era casi imposible. Entonces, estableció límites: se alejaba intencionalmente, evitaba el acceso a Su corazón, y se retiraba de aquellos que buscaban dañarlo.
Tal vez pienses: “Jesús podía irse a otro lugar, mudarse, viajar… pero yo no puedo hacer eso. Tengo que ver todos los días a esa persona que me provoca o me hiere.”
Y es cierto. Sin embargo, con la mente de Cristo, también tú puedes establecer límites, incluso estando en el mismo espacio físico. ¿Cómo? No permitas que esa persona tenga acceso a tu alma, a tus emociones. No dejes que controle tu enojo, tu rabia, tus celos. En ese momento, ya habrás trazado un límite.
La próxima vez que te enfrentes a esa persona difícil, bendícela con la mente de Cristo. No permitas que sus acciones dominen tu interior ni despierten sentimientos que no vienen de Dios. Actúa diferente, piensa diferente, vive con la mente de Cristo.
ORACIÓN
Padre Celestial, en el nombre de Jesús de Nazaret, te damos gracias por la oportunidad de reunirnos con tu Palabra y unir nuestro corazón al tuyo a través de ella.
Señor, este devocional nos inspira, nos guía y nos motiva a hacer las cosas de la manera correcta. Hoy, específicamente, hemos aprendido que nuestra mente ha sido programada desde la infancia por enseñanzas, experiencias y nuestro entorno. Pero no deberíamos tomar decisiones basados únicamente en esa antigua programación, sino con la mente de Cristo.
Ayúdanos a actuar como Tú lo harías, a analizar nuestras decisiones importantes sentándonos a calcular como Tú lo harías, con sabiduría y amor. Bendigo a cada persona que participa de este devocional. Te pido que les hagas conscientes de que dentro de ellos está tu mente, y que tienen la capacidad y el poder de actuar y reaccionar como Tú reaccionabas.
Señor, que no se dejen llevar por impulsos o por una mente influenciada por experiencias pasadas. Que tu mente prevalezca en ellos. Los bendigo y te damos las gracias, en el nombre de Jesús de Nazaret.
Amén y amén.
¡Bendiciones!
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