- 10 Dec 2025
- Category: Devocional
El Devocional: Cuando Llega La Desgracia
Nehemías 1:3 (NTV) Me dijeron: «Las cosas no andan bien. Los que regresaron a la provincia de Judá tienen grandes dificultades y viven en desgracia. La muralla de Jerusalén fue derribada, y las puertas fueron consumidas por el fuego».
Nehemías se encontraba en una posición de privilegio. Aunque era judío, servía como funcionario del rey Artajerjes, es decir, estaba en el palacio de la potencia mundial de aquel tiempo y disfrutaba de las mejores condiciones de vida. Sin embargo, cuando algunos judíos llegaron a visitarle y él preguntó por sus compatriotas que habían regresado del exilio en Judá, recibió noticias devastadoras: la gente estaba en grandes dificultades, viviendo en desgracia; las murallas de Jerusalén habían sido derribadas, las puertas quemadas, el templo destruido, las familias desanimadas y sin esperanza.
Nehemías entendió que aquellas condiciones de desgracia no eran ajenas a lo que cualquier ser humano enfrenta en diferentes etapas de la vida. Todos, en algún momento, pasaremos por experiencias de desgracia. Quizá la primera vez ocurra cuando salimos de la adolescencia e iniciamos la edad adulta, enfrentándonos por primera vez a la vida de manera personal. Más adelante, en la mediana edad, entre los treinta y cuarenta y cinco años, también es probable que enfrentemos desgracias: una enfermedad, un accidente, la pérdida de un ser querido, una crisis financiera o un negocio fallido. Finalmente, en la vejez, también llegan desgracias relacionadas con la salud propia o la de un cónyuge.
La pregunta es: qué hacemos cuando llega la desgracia? Más allá de clamar a Dios, debemos preguntarnos cuál es la causa de la desgracia. En el caso de los judíos, la respuesta era clara: se habían apartado de Dios y dejaron de ponerlo como la prioridad de sus vidas.
Esto mismo ocurre hoy en día. Las personas creen tener todo bajo control, piensan que sus finanzas o su economía son murallas de protección, confían en la salud de su juventud y creen que nada cambiará. Poco a poco descuidan su relación con Dios, dejan de congregarse, abandonan su fe, dejan de leer la Biblia y de buscar comunión con el Señor. Una vida alejada de Dios inevitablemente abre la puerta a la desgracia.
Por eso, la razón de nuestras desgracias está íntimamente ligada a nuestra relación con Dios. Si nuestra relación con Él es profunda, viva y encendida, la desgracia no podrá instalarse en nuestras vidas; si nuestra relación es fría, distante o nula, entonces la desgracia encontrará lugar.
Nehemías entendió que la desgracia llegó al pueblo porque abandonaron al Señor: dejaron el templo, olvidaron traer sus ofrendas y apartaron su corazón de Dios. Lo mismo puede pasarnos hoy si dejamos de cuidar esa relación.
Termino recordando una vez más las palabras de Nehemías 1:3: “Las cosas no andan bien. Los que regresaron a la provincia de Judá tienen grandes dificultades y viven en desgracia. La muralla de Jerusalén fue derribada y las puertas fueron consumidas por el fuego.” Cuidemos nuestra relación con Dios y procuremos que siempre esté viva y encendida.
ORACIÓN

Padre celestial, en el nombre de Jesús de Nazaret te damos gracias porque nos permites conectarnos contigo a través de tu palabra. Reconocemos que muchas veces la desgracia aparece en nuestras vidas como consecuencia de nuestras acciones y decisiones equivocadas. Hemos abandonado nuestra relación contigo, hemos dado la espalda a quienes nos han apoyado en oración, y en ocasiones te hemos tenido a la distancia.
Sabemos que, tarde o temprano, enfrentaremos momentos de desgracia en diferentes etapas de nuestra vida, pero también creemos que cuando estamos cerca de Ti, la desgracia solo puede llegar como amenaza y no podrá instalarse en nuestro hogar. Señor, cuán importante es cuidar de nuestra relación contigo y reconocer que Tú eres lo primero en nuestras vidas, no nuestro trabajo, nuestras finanzas, ni nuestros deseos carnales.
Hoy decidimos escogerte a Ti por encima de todo. Queremos estar bien contigo, vivir cerca de Ti, y hacer de nuestra relación contigo nuestra mayor prioridad. De esa manera estaremos protegidos, cubiertos y guardados de la desgracia.
En tus manos pongo a cada persona que está leyendo este devocional. Te pido de manera especial por quien ahora mismo esté atravesando un momento de desgracia: fortalécelo, bendícelo y permite que su relación contigo crezca, para que experimente cómo Tu presencia hace huir la desgracia. Tu presencia y la desgracia no son compatibles: cuando Tú llegas, la desgracia huye.
Padre celestial, gracias. Oramos en el nombre de Jesús de Nazaret.
Amén y amén.
¡Bendiciones!
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