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Una Señal Celestial

El Devocional: El Pecado Mata

 

Juan 5:14 (NTV)  Pero Jesús después lo encontró en el templo y le dijo: «Ya estás sano; así que deja de pecar o podría sucederte algo peor»

 

Esta historia ocurre cuando Jesús viene a celebrar una de las grandes fiestas de los judíos. En el camino, pasa por el estanque de Bethesda, un lugar conocido por estar rodeado de enfermos: paralíticos, ciegos, cojos y mudos. Se creía que, cuando las aguas se agitaban, era porque un ángel había descendido a tocarlas. La tradición decía que el primero en entrar al estanque tras este movimiento de aguas sería sanado de su enfermedad.

 

En este contexto, un hombre, paralítico por muchos años, se encontraba allí. Jesús lo ve y le pregunta por qué no ha sido sanado aún. El hombre responde que no hay nadie que lo lleve al estanque. Como él era paralítico, no podía entrar por sí mismo. Jesús, entonces, lo sana. Más adelante, el Señor se encuentra con él en el templo y le dice: “Ya estás sano. Deja de pecar, o podría sucederte algo mucho peor.” 

 

Queridos amigos, este hombre recibió sanidad directamente de Jesús. Pero Jesús le dio una advertencia importante.

 

Desde el principio de la Biblia, en el libro de Génesis, Dios le dice a Adán: “No comas del árbol, porque el día que comas de él ciertamente morirás.” Dios no se refería a una muerte física inmediata; Adán y Eva comieron del árbol, y no cayeron fulminados. Sin embargo, experimentaron una muerte espiritual y física, gradual y progresiva. Fueron creados para vivir eternamente, pero debido al pecado, la muerte entró en el mundo. Esta es la razón por la cual afirmamos que el pecado mata.

 

Si analizamos los pecados o hábitos pecaminosos, nos damos cuenta de que muchos de ellos conducen a la muerte. Piensa en alguien que no tiene control sobre sus vicios: su esperanza de vida se acorta. Aquellos que fuman o beben en exceso sufren daños físicos graves, y su vida se ve afectada antes de los cincuenta años, con enfermedades como la cirrosis. Incluso el pecado de deshonrar a los padres, dice la Biblia, es algo que Dios no tolera y que puede reducir la vida de una persona.

 

Cualquier tipo de pecado que practiquemos deliberada y repetidamente acorta nuestra vida, nos va destruyendo. La falta de control en el área sexual, por ejemplo, puede llevar a enfermedades y consecuencias serias. Algunos piensan que están a salvo al usar protección, pero Jesús nos enseñó algo más profundo. Le dijo a este hombre: “Ya estás sano. No peques más o podría sucederte algo mucho peor.”

 

Queridos, aquellos que toman el pecado a la ligera suelen terminar sus días mal. Puede que algunos nunca sean descubiertos en esta vida, pero nadie puede burlarse de Dios. Esto es una ley espiritual: el pecado mata. Dios estableció esta ley desde el principio con los primeros seres humanos. Aunque Adán y Eva no murieron inmediatamente después de pecar, su vida se acortó y sus días se fueron consumiendo.

 

No queremos terminar nuestra vida de esta manera, ni caer en enfermedades como consecuencia de nuestras decisiones. Jesús conectó el pecado con la enfermedad cuando le dijo al paralítico: “Ya estás sano. No peques más.” Él hablaba en todo momento de la sanidad física y de la conexión entre pecado y enfermedad.

 

Si alguna enfermedad en nuestras vidas fue consecuencia de nuestras decisiones pasadas, recordemos que es suficiente pedir perdón y recibir la misericordia de Dios.

 

ORACIÓN

 

 

Padre Celestial, en el nombre de Jesús de Nazaret, te damos gracias por la oportunidad de conectarnos contigo a través de tu Palabra. Gracias por la sabiduría que dejaste escrita para nuestra revelación.

 

Así como le dijiste a este hombre: “Ya eres sano. No peques más, o te sucederá algo peor,” queremos recibir esta advertencia en nuestro corazón. Nos apropiamos de este mensaje, Señor, y reconocemos que no queremos enfrentar consecuencias peores. Tú eres nuestro escudo, nuestra roca, nuestra torre fuerte y nuestra protección. Nos acercamos a ti buscando misericordia, gracia y favor.

 

Señor, sigue haciéndonos conscientes, a través de tu Espíritu Santo, de lo que es correcto y lo que no lo es, de lo que te agrada y lo que te desagrada. Danos la fortaleza para rechazar todo aquello que pueda dañarnos y apartarnos de tu voluntad. Hoy te pedimos, en el nombre de Jesucristo de Nazaret, que nos mantengas en tu paz y nos guardes del pecado.

 

Amén y amén.

 

¡Bendiciones!

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