Filipenses 3:1 (NTV) Mis amados hermanos, pase lo que pase, alégrense en el Señor. Nunca me canso de decirles estas cosas y lo hago para proteger su fe.

¿Sabes qué? Como seres humanos, estamos acostumbrados a experimentar momentos de alegría y felicidad. Sin embargo, fluctuamos entre esos momentos de felicidad y estados neutros, para luego descender a tristezas, enojos y molestias. A veces, nos sentimos superfelices y decimos: “¡Uy, qué momento más bonito! Esto me hace tan feliz”. Pero después, caemos en la frustración y el enojo y decimos: “Uy, no, eso no me gustó. Estoy tan enojado por esto”.

Así, vamos llevándonos la vida, fluctuando sin ser estables emocionalmente. En medio de estas subidas y bajadas, el apóstol Pablo nos enseña algo fundamental: Pase lo que pase, alégrense en el Señor. La alegría no debería depender de una emoción sentida por algo que vivimos o sucede. Por ejemplo, decir: “¡Me dieron la aprobación de mi casa! ¡Qué felicidad!”. No es correcto, cuando basamos nuestra alegría en lo que sucede a nuestro alrededor, comenzamos a experimentar esas fluctuaciones.

Nuestra alegría y contentamiento deben basarse en que, dentro de nosotros, habita la presencia del Señor Jesucristo por medio de su Espíritu Santo.

A diferencia de la felicidad, que puede ser efímera, el contentamiento es un estado continuo. Es ese lugar donde nos mantenemos interiormente hablando con gozo, satisfacción y alegría.

Quiero que reflexiones sobre algo importante; quien escribe esto no está pasando por el mejor momento de su vida. Pablo está en prisión, tiene hambre, frío y se siente abandonado. No es un joven de 40 años con toda la fuerza para soportar estas condiciones adversas.

A pesar de su situación él estaba alegre y experimentando ese estado de contentamiento, ese estado continuo de alegría. Aún en prisión, con todo lo que enfrenta, Pablo escribe con gozo a una iglesia que él había fundado años atrás: “Los extraño, anhelo verlos. Quisiera estar con ustedes, pero me toca estar en esta prisión”.

Te invito a vivir y experimentar este mismo contentamiento. No bases tus emociones en lo que pase en tu vida, porque como Pablo nos enseña, nuestra alegría debe estar en el Señor. ¡Alegrémonos en Él!

ORACIÓN

Padre celestial, en el nombre de Jesús de Nazaret, te damos gracias por la oportunidad de estar aquí, conectados contigo. 

Tu Palabra nos lleva directamente a tu corazón, Señor, ese corazón de donde nació toda la sabiduría sagrada que ha sido escrita a lo largo de los siglos. Hoy nos enseñas y nos recuerdas que nuestras emociones y alegrías no deben basarse en lo que sucede en nuestra vida, sino en el hecho de tenerte a ti.

Señor, reconocemos que muchas veces cometemos el error de fundamentar nuestra alegría en las circunstancias: si recibimos buenas noticias, sentimos alegría; pero si enfrentamos dificultades, nuestras emociones caen en la tristeza. Hoy queremos hacer un cambio. Queremos poner nuestra confianza en una base sólida, que eres Tú y tu presencia.

En el nombre de Jesús.

Amén y amén.

¡Bendiciones!