Salmos 40:1 (NTV) Con paciencia esperé que el Señor me ayudara, y él se fijó en mí y oyó mi clamor.

El salmista narra cuán paciente fue al esperar respuestas de parte de Dios y cómo vio la maravillosa solución que Él le proveía en cada dificultad. Dice que esperó cuando caminaba sobre fango, hasta que Dios estabilizó sus pies y le dio firmeza. Esto nos muestra que supo ser paciente para permitir que Dios lo corrigiera en el camino, le mostrará la dirección a tomar y le ayudará a tomar decisiones en su vida. Fue paciente para ver la intervención de Dios.

Sin embargo, si hablamos del tiempo de David, estamos refiriéndonos a hace aproximadamente 3.000 años. La paciencia de entonces y la de hoy en día no se parecen en lo absoluto. Ha habido un cambio drástico en la manera en que la gente espera. No solo en comparación con el pasado lejano, sino incluso con décadas recientes.

Pensemos en la época actual y en los tiempos en los que la tecnología no existía como la tenemos hoy. Antes, los dispositivos electrónicos y las computadoras estaban limitados a grandes corporaciones y no existían en los hogares. No había teléfonos celulares ni acceso inmediato a las noticias en tiempo real.

Hoy en día, todo esto ha transformado la paciencia. Ahora, las personas quieren respuestas y soluciones inmediatas. Desean que sus problemas se resuelvan sin tener que esperar ni atravesar procesos. Pero aunque los tiempos y la tecnología han cambiado, Dios no cambia. Él sigue llevándonos a través de procesos en los cuales nos forma y nos enseña. Nos guía para que aprendamos lecciones, corrijamos actitudes y fortalezcamos nuestro carácter. Todo esto requiere paciencia.

La paciencia es uno de los frutos del Espíritu Santo. La Biblia nos enseña que solo aquellos llenos de su presencia pueden desarrollarla. Sin embargo, si somos honestos, hoy hay poca paciencia en nosotros. Nos hemos acostumbrado a la inmediatez y vivimos abrumados por el exceso de información.

Piénsalo un momento. Todos los días aparecen nuevas noticias, una tras otra, sin darnos tiempo de asimilar lo anterior. Es como si estuviéramos comiendo nuestra comida favorita: tacos, hamburguesas, pizza o pasta. Imagina que, sin terminar el primer bocado, ya te han servido otro plato. Así estamos con la información, engordados de noticias, saturados de datos sin procesar.

Esto nos lleva a ser impacientes y a desarrollar una adicción a la novedad, algo que los grandes medios de comunicación aprovechan. Ellos saben que la gente quiere todo de inmediato, lo que ha generado un ritmo vertiginoso y una sociedad cada vez más desesperada.

Sin darnos cuenta, hemos perdido la paciencia, ese gran fruto del Espíritu que caracterizó a los hombres y mujeres de fe. Pero Dios sigue obrando en nosotros a través de procesos. Él desea que aprendamos a esperar en Él, confiando en Su tiempo y en Su perfecta voluntad.

ORACIÓN

Padre Celestial, en el nombre de Jesús, queremos darte las gracias por la oportunidad de estar aquí y por hablarnos a través de tu Palabra. Gracias por traernos a reflexionar sobre la importancia de la paciencia en nuestras vidas.

Señor, sabemos que la paciencia ha cambiado con el tiempo. Ya no es la misma que tenían las generaciones pasadas. La tecnología y el ritmo acelerado de la vida nos han llevado a perder este valioso fruto. Pero Tú no cambias, Señor. Sigues siendo el mismo y sigues obrando de la misma manera. Nos permites vivir procesos en los que tenemos que esperar con paciencia para ver tu respuesta y la solución que tienes para nuestras vidas.

Dios, que nuestra paciencia nunca se agote, sino que se desarrolle y crezca. Ayúdanos a acumular este valioso activo en nuestro interior, a que nuestras almas estén llenas de paciencia, a que este fruto se manifieste en nosotros como hombres y mujeres de fe. Que podamos ser testimonio de paciencia en este mundo impaciente.

Gracias por hablarnos hoy, Señor. Oramos en el nombre de Jesús. 

Amén y amén.

¡Bendiciones!