Éxodo 4:1 (NTV) Sin embargo, Moisés protestó de nuevo:

—¿Qué hago si no me creen o no me hacen caso? ¿Qué hago si me dicen: “El Señor nunca se te apareció”?

Ser hijo de Dios, cristiano, creyente y tener fe no es garantía de que en algún momento de nuestra vida no enfrentaremos la duda. La incredulidad es parte de la vida. La duda y el temor forman parte de nuestro existir porque nuestro cerebro está diseñado para estar alerta y mantenernos alejados del peligro. Cuando nos enfrentamos a una situación difícil, lo primero que nuestro cerebro detecta es una amenaza e intenta alejarnos de ella.

Pero hay cosas de las que no podemos alejarnos, sino que debemos enfrentar. Por ejemplo, una crisis económica. No podemos huir de ella, sino resolverla, idear un plan y tomar el toro por los cuernos con valentía.

Eso mismo le ocurrió a Moisés. Dios lo enviaba a realizar una tarea que no era fácil: presentarse ante Faraón y pedirle que dejara en libertad a los israelitas. Dios mismo le advirtió que Faraón no accedería fácilmente. Sin embargo, le ordenó que tomara a los líderes de Israel y lo enfrentaran.

El cerebro de Moisés detectó peligro y su reacción natural fue dudar. Por eso preguntó a Dios: "¿Qué hago si no me creen? ¿Si no creen que fuiste tú quien me habló?". Moisés llegó a cuestionar su capacidad para cumplir la tarea encomendada.

Nosotros también enfrentamos la incredulidad. Cuando alguien nos dice: "Confía en Dios", nuestra mente suele responder con dudas. Nuestro cerebro intenta alejarnos del desafío. Pero hay situaciones que no podemos evitar. Hay tareas que debemos asumir, por más complicadas que sean.

Dios no le dijo a Moisés: "Si no te creen, desiste" o "Al menos lo intentaste". No. Cuando enfrentamos incredulidad, no debemos conformarnos con decir: "Lo intenté" o "No se dio". Si sabemos que debemos resolver una situación, si entendemos que hay un desafío por superar, no podemos dejarnos vencer por el temor o la inseguridad.

Cuando los pensamientos negativos nos digan: "No estás capacitado", "No tendrás la respuesta que esperas" o "No recibirás la bendición de Dios", debemos recordar que la tarea que tenemos por delante es necesaria. Dios no nos abandona en el proceso.

Dios le dijo a Moisés: "Yo estaré contigo". Le dio una señal: tomar su vara, lanzarla al suelo y verla convertirse en serpiente. Luego, al sujetarla nuevamente, volvería a ser madera. Con esto, Dios le demostró que su presencia estaría con él.

Cuando enfrentemos la incredulidad, el temor y la inseguridad, debemos entender que forman parte del camino. Regularmente, aparecen cuando nos movemos en la dirección correcta. Si un desafío nos está sacando de nuestra comodidad, es señal de que vamos por buen camino.

Todo lo que nos reta y nos desafía es el obstáculo antes de llegar al destino que Dios tiene para nosotros. En esos momentos, debemos recordar que Dios nos guía con señales y nos da fuerzas para continuar.

ORACIÓN

Padre celestial, en el nombre de Jesús de Nazaret, te damos gracias por la oportunidad de conectarnos contigo a través de tu palabra. Hoy aprendemos que aun los grandes hombres de fe enfrentaron inseguridades y temores. Si ellos atravesaron estos desafíos, también nosotros lo haremos.

Ayúdanos a seguir su ejemplo: a fortalecernos en ti, a confiar en tus señales y a hacer frente a cada situación, por difícil que parezca. Recordamos que tú eres más grande que cualquier obstáculo y que nunca nos abandonas.

Te pido, Señor, por cada persona que esté experimentando inseguridad, temor o incredulidad. Recuérdales que esto es parte del camino y que es señal de que van en la dirección correcta. Que no desistan, que continúen confiando en ti y que sepan que les acompañarás y les darás la victoria.

Que no se desmotiven ni se desanimen creyendo que son cobardes por dudar. Ayúdalos a entender que este proceso es necesario y que tú los sostienes en cada paso. Así como diste la victoria a Moisés, también lo harás con ellos.

Te damos gracias y oramos en el nombre de Jesús. 

Amén y amén.

¡Bendiciones!