Romanos 2:7 (NTV) Dará vida eterna a los que siguen haciendo el bien, pues de esa manera demuestran que buscan la gloria, el honor y la inmortalidad que Dios ofrece.

Por mucho tiempo, los seres humanos han buscado la inmortalidad. Desde la antigüedad, grandes alquimistas intentaron encontrar el elemento que pudiera prolongar la vida o retrasar la muerte. Hoy en día, los médicos siguen peleando esa misma batalla, esforzándose por alargar la vida lo más posible. 

Aunque hemos visto avances tecnológicos y medicinales, la apariencia física de las personas ha cambiado considerablemente en comparación con generaciones anteriores. Muchas personalidades del mundo artístico parecen mucho más jóvenes de lo que realmente son, gracias a diversos tratamientos.

Seguro te vienen a la mente varios ejemplos mientras hablamos de esto. Sin embargo, a pesar de todos los esfuerzos humanos, Dios ha dejado establecido que la muerte alcanzará a cada uno de nosotros. 

La única inmortalidad verdadera no se logra mediante tratamientos médicos ni procedimientos quirúrgicos. Dios es el único que puede otorgarla. La Biblia dice que dará vida eterna a los que siguen haciendo el bien. 

Pero, ¿quiénes son los que siguen haciendo el bien? Son aquellos que lo practican como un hábito, no solo de manera pública, cuando están bajo la mirada de los demás, sino también en privado, en lo secreto, cuando nadie puede observar sus pensamientos ni acciones. Es en esos momentos donde Dios realmente mide nuestras intenciones.

Hacer el bien es la manera en que demostramos que buscamos la gloria, el honor y la inmortalidad que Dios ofrece. La verdadera inmortalidad no tiene que ver con la reencarnación continua, como enseñan algunas filosofías orientales. 

La inmortalidad que la Biblia nos promete es la vida eterna en la presencia de Dios. Esta vida terrenal es solo la fase uno; la fase dos comienza cuando dejamos este cuerpo y Dios lo transforma en un cuerpo glorioso, libre de enfermedad, sufrimiento y muerte. Ese cuerpo será eterno e inmortal.

La Biblia nos enseña claramente que los que alcanzarán esta inmortalidad son aquellos que hacen el bien. Sin embargo, es importante recordar que hacer el bien no nos da el pase a la vida eterna; primero, debemos recibir la salvación por medio de Cristo. Solo después de ser salvos, nos dedicamos a hacer el bien como resultado de nuestra relación con Él.

ORACIÓN

Padre celestial, en el nombre de Jesús de Nazaret, te damos gracias por la oportunidad de leer tu palabra y por la esperanza futura que nos has dado. Gracias por prometer que alcanzaremos la inmortalidad, porque así lo planeaste. Tú prometiste, Jesús, que a donde tú ibas, nosotros también iríamos y que en el cielo hay muchas moradas preparadas para los que creemos en ti y te seguimos.

Nos aferramos a esa promesa de la inmortalidad. Aunque ahora vivimos la fase uno, sabemos que la fase dos será gloriosa y la disfrutaremos plenamente. Padre, permite que tus hijos se aferren a esta convicción, confiando en que la vida eterna es real y está esperando por nosotros.

Ayúdanos a renunciar a toda tentación que nos aleja de tu presencia. Danos la fuerza para abstenernos de todo aquello que nos trae condenación y no es agradable a tus ojos. Fortalece a cada creyente que escucha este mensaje y permite que sigamos firmes en la búsqueda de la verdadera inmortalidad que tú ofreces.

Te bendecimos y te damos gracias en el nombre de Jesús de Nazaret. 

Amén y amén.

¡Bendiciones!