Juan 3:12 (NTV) Ahora bien, si no me creen cuando les hablo de cosas terrenales, ¿cómo creerán si les hablo de cosas celestiales?

Este mensaje está basado en el diálogo de Jesús con Nicodemo, un maestro de la ley. Nicodemo era un fariseo que conocía profundamente el Antiguo Testamento; no solo lo estudiaba y analizaba, sino que también lo memorizaba al punto de poder recitar cualquier versículo sin necesidad de consultarlo. Su función como maestro de alto rango y líder religioso era enseñar la Torá, y este conocimiento le daba un gran respeto y reconocimiento entre los suyos.

A pesar de su vasta comprensión de las Escrituras, Nicodemo buscó a Jesús para hacerle una pregunta desafiante: "Maestro, ¿cómo podemos entrar en el reino de los cielos?". Jesús, en respuesta, le dio una poderosa enseñanza sobre el nuevo nacimiento y por qué es necesario nacer de nuevo para ver el reino de Dios. Aunque Nicodemo tenía un gran conocimiento, no comprendía el concepto. Preguntaba, perplejo, "¿Cómo puedo volver a entrar en el vientre de mi madre para nacer de nuevo?"

Con todo y su posición y experiencia, Nicodemo no entendía las palabras de Jesús. Era un maestro, respetado y reconocido, que, temeroso de ser visto con Jesús, vino a buscarlo de noche. Sin embargo, Nicodemo reconoció que lo que Jesús hacía provenía de Dios. Entonces, Jesús lo desafió diciendo: "Si no puedes comprender las cosas terrenales, ¿cómo esperas entender las cosas celestiales?".

Esta respuesta nos enseña que no debemos cerrarnos al aprendizaje, aun si ya tenemos conocimiento. Hay personas que, creyéndose sabias o eruditas en lo espiritual o en las enseñanzas de la iglesia, no están abiertas a recibir enseñanza. Recordemos que incluso de los niños podemos aprender. Jesús los puso como ejemplo, diciendo: "Dejen que los niños vengan a mí, porque de ellos es el reino de los cielos". Esto cambia paradigmas y nos recuerda la importancia de no rechazar a nadie que desee acercarse al conocimiento de Jesús.

En Juan 3:12, Jesús dice: "Si no me creen cuando les hablo de las cosas terrenales, ¿cómo creerán cuando les hable de las cosas celestiales?" Este es un error que también vemos hoy. Como líderes o pastores, encontramos personas que no se abren al consejo o a la enseñanza en lo más básico de la vida diaria, y mucho menos en lo espiritual.

Es como cuando se sugiere a alguien que vaya al psicólogo, y esa persona responde: "No estoy loco, no lo necesito". Esta es una típica reacción de orgullo, de personas que creen no necesitar ayuda. Son quienes, por cerrarse al apoyo y al consejo, no avanzan en la vida.

Cuando Jesús confrontó a Nicodemo, le mostró que sin humildad y apertura al aprendizaje, es imposible comprender las cosas celestiales. Reflexionemos: ¿hemos permitido que el egoísmo o el orgullo nos cierren a la ayuda o el consejo de otros? Si es así, es el momento de abrir el corazón a Dios.

ORACIÓN

Padre celestial, en el nombre de Jesús de Nazaret, te damos gracias por la oportunidad de leer y aprender de tu palabra. Cuánto conocimiento extraemos de este diálogo entre Jesús y Nicodemo, especialmente de este versículo donde le dijiste: "Si no puedes creerme en las cosas terrenales, ¿cómo podrás creerme en las celestiales?"

Señor, a veces también nos cerramos, por orgullo, a la ayuda y el consejo, creyendo que no necesitamos nada ni a nadie que nos enseñe. Hoy queremos pedirte que quites de nosotros todo orgullo y arrogancia. Haznos sensibles, que podamos abrir nuestro entendimiento para ser guiados y corregidos por tu palabra.

Pedimos que las personas con dureza en el corazón comprendan que solo en ti están nuestras respuestas. Sabemos que tus respuestas no solo abarcan lo terrenal, sino que son profundas, de índole celestial, y que en ti encontramos guía para cada aspecto de nuestra vida.

Permítenos acudir a ti, Señor, con fe y confianza plena. Te damos gracias, y oramos en el nombre de Jesús de Nazaret. 

Amén y amén.

¡Bendiciones!