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Una Señal Celestial

El Devocional: Las Promesas De Dios Para Mi Vida

 

Gálatas 3:7 (NTV) Así que los verdaderos hijos de Abraham son los que ponen su fe en Dios.

 

La Biblia dice que Dios le dio a Abraham promesas inimaginables, inigualables, promesas muy grandes. Podemos verlo como un gran acuerdo, una alianza o un partnership que Dios hizo con él: "Si tú me sigues, si me buscas, si crees en mis palabras, si haces lo que te digo y eres obediente, entonces te bendeciré. Te daré una tierra grande, una descendencia numerosa, estaré contigo, con tus hijos y con los hijos de tus hijos. Los que te bendigan serán muy bendecidos, y los que se pongan en tu contra caerán bajo maldición".

 

Esa alianza, que quedó registrada en la Biblia, es también para nosotros. La Escritura declara que las promesas hechas a Abraham también nos pertenecen, porque somos considerados sus hijos por la fe. No lo somos por descendencia biológica o ADN físico, como los judíos, sino por ADN espiritual.

 

Tenemos un cuerpo espiritual como tenemos un cuerpo físico. Ese cuerpo espiritual lleva el mismo ADN que el de Abraham. Por lo tanto, si creemos en Dios, somos considerados hijos suyos, descendencia espiritual de Abraham. Y, como tal, las promesas que él recibió pasan automáticamente a nosotros. Por eso se nos llama herederos de Dios.

 

Pero ¿por qué muchas personas no ven esas promesas cumplidas en su vida? En la mayoría de los casos, es por desesperación. Se desalientan muy fácilmente. Hay que recordar que las promesas que Dios le dio a Abraham estaban condicionadas: "Si me buscas, si crees en mí, si andas de manera intachable delante de mí, entonces se cumplirán".

 

Hoy, muchos no ven esas promesas cumplidas porque abandonan el proceso. Comienzan bien, buscando a Dios, ordenando sus vidas, haciendo las cosas correctamente. Y de inmediato empiezan a ver cambios: mejora su situación económica, su salud, su paz interior.

 

Pero el error está en no sostener ese estilo de vida a largo plazo. Cuando dejan de perseverar, las promesas se estancan. La desesperación los hace retroceder y volver a sus antiguos hábitos. Entonces las promesas dejan de manifestarse, y finalmente abandonan el camino.

 

Cuando una persona se acerca a Dios, muchas veces llega con su vida en caos. Puede tener problemas en su matrimonio, en su sexualidad, en sus finanzas, en sus emociones: odio, amargura, deseo de venganza. Sin protección espiritual, está expuesta a la influencia del enemigo.

 

Pero cuando empieza a ordenar su vida, el resultado se nota. Dios comienza a obrar: se sana, encuentra paz, próspera económicamente, duerme tranquilo. La presencia de Dios trae orden, bendición y descanso. Pero si no se mantiene ese orden, todo se detiene.

 

Las promesas de Dios estaban y siguen estando condicionadas. No te desesperes si apenas llevas unos años buscando a Dios. A Abraham le tomó 25 años recibir la promesa. Camina de manera intachable, busca a Dios y cree en él, y verás el cumplimiento de sus promesas.

 

ORACIÓN

 

 

Padre Celestial, en el nombre de Jesús de Nazaret, te doy las gracias porque a través de la lectura de tu Palabra viene aliento a nuestras vidas.

 

Hay personas que estaban pensando abandonar, personas que ya habían comenzado a desordenar sus caminos, sus pisadas ya no los conducían a la vida. Y muchas veces esto sucede porque se desesperan al no ver tus promesas cumplidas.

 

Por eso, mi oración es para que tengan paciencia, como Abraham la tuvo. Pero también oro para que comprendan que esas promesas estaban condicionadas: a caminar de manera intachable, a creer en ti, a buscarte, a ser obedientes.

 

Dios mío, que cada persona esté dispuesta a cumplir con esas condiciones. Que comprendan que el acuerdo que hiciste con Abraham era muy claro, y que ese mismo acuerdo pasa a nosotros porque somos considerados sus hijos por la fe.

 

Mi Padre, que cada persona tenga la fuerza suficiente para mantenerse, para sostenerse y para conservar tu presencia cerca. Que ordenen sus pasos y se mantengan en ese estado de bendición, orden y gracia por el resto de sus vidas.

 

Entonces verán todas esas promesas tuyas cumplirse. Padre, los bendigo y te doy las gracias. En el nombre de Jesús de Nazaret. 

 

Amén y amén.

 

¡Bendiciones!

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