Proverbios 8:10 (NTV) Elijan mi instrucción en lugar de la plata, y el conocimiento en lugar del oro puro.

Estamos hablando acerca de la sabiduría, esa rama del conocimiento que nos invita a perseguirla, encontrarla, buscarla y alcanzarla. Sin embargo, tristemente es de lo que menos las personas se interesan. Con frecuencia corremos tras cosas que creemos importantes, pero que en realidad carecen de verdadero valor. Muchas personas hoy en día buscan acumular bienes, generar más dinero o incrementar sus ahorros y dividendos. No está mal hacerlo; de hecho, es positivo. Pero antes de enfocarnos en eso, observemos lo que sugiere la Biblia: "Elijan mi instrucción en lugar de la plata y el conocimiento antes que el oro puro, pues la sabiduría es mucho más valiosa que los rubíes. Nada de lo que uno pueda desear se compara con ella."

Ni el oro, ni la plata, ni los rubíes se comparan con la sabiduría. No existe material más valioso que estos tres, pero la Biblia afirma que la sabiduría los supera a todos. Debemos perseguirla y buscar el conocimiento. ¿Por qué razón? Porque la sabiduría camina de la mano con el buen juicio y el éxito. Una persona sabia prosperará en lo que emprenda. Quien está lleno de sabiduría y del conocimiento de Dios será alguien que dejará un legado duradero. Aun después de su partida, será recordado y reconocido por sus hijos y nietos. La sabiduría deja huellas imborrables.

El principio de la sabiduría es el temor a Dios. Al reverenciar al Señor, comenzamos a adquirir conocimiento. Leer la Biblia es fundamental para obtener sabiduría. Este devocional busca despertar esa inquietud, provocar reflexión y hacernos conscientes: ¿En qué nivel de sabiduría nos encontramos hoy? Del 0 al 10, ¿dónde estamos? Si alguien se considera en un nivel 7, ¿cuánto tiempo lleva allí? ¿Ha permanecido estancado? Es momento de perseguir la sabiduría, de lanzarse tras ella hasta alcanzarla, sin cansarse ni rendirse.

La mejor manera de obtener sabiduría es leyendo la Biblia. En ella se encuentra todo el conocimiento necesario, incluso consejos financieros. Grandes hombres de hace miles de años, como Moisés, recibieron sabiduría de parte de Dios. Con esa sabiduría, Moisés enfrentó al faraón y liberó a millones de esclavos. Más tarde, Josué, su sucesor, utilizó esa misma sabiduría para repartir la tierra entre las tribus de Israel, evitando conflictos y promoviendo el desarrollo de cada tribu.

Abraham, el padre de la fe, también fue guiado por la sabiduría divina. Dejó su tierra y esperó pacientemente la promesa de Dios: una descendencia innumerable. David comprendió que la fuerza no provenía de la estatura, sino del corazón. Esa revelación fue fruto de la sabiduría. Pablo, quien perseguía a la Iglesia, fue confrontado por la sabiduría de Dios, entendiendo el verdadero significado del amor y dejándonos palabras inmortales: "El amor todo lo puede, todo lo sufre, todo lo soporta".

La sabiduría transforma vidas. Es más valiosa que la plata y el oro. Es digna de ser perseguida y buscada. Si nos esforzáramos por crecer en conocimiento y sabiduría tanto como lo hacemos por mejorar económicamente, nuestras vidas serían diferentes. Hoy te invito a reflexionar y a tomar acción: ¡Persigue la sabiduría hasta alcanzarla!

ORACIÓN

Padre Celestial, en el nombre de Jesús de Nazaret, te doy gracias por permitirnos estar aquí, reflexionando sobre Ti y Tu Palabra. Gracias por enseñarnos que, sí así como perseguimos tantas cosas en la vida, también buscáramos la sabiduría y el conocimiento acerca de Ti, alcanzaríamos un entendimiento profundo, como el que tuvieron Moisés, Abraham, David, Pablo y tantos otros. Ellos no eran diferentes a nosotros; solo estaban cerca de Ti, y eso les otorgaba todo lo necesario para realizar grandes proezas.

Hoy, Señor, te pedimos que nos des esa misma sabiduría. Queremos buscarla con diligencia y elevar nuestro nivel de entendimiento. No queremos permanecer estancados, sino seguir aprendiendo y conociéndote más.

Bendice a cada persona que lee estas palabras. Te damos gracias, en el nombre de Jesús de Nazaret. 

Amén y amén.

¡Bendiciones!