- 7 Dec 2025
- Category: Devocional
El Devocional: Síntomas De Enfriamiento
Hebreos 10:39 (NTV) Pero nosotros no somos de los que se apartan de Dios hacia su propia destrucción. Somos los fieles, y nuestras almas serán salvas.
Este pasaje nos habla de una manera directa y frontal acerca de una realidad que muchos enfrentan en su vida espiritual.
La Escritura dice: “Nosotros no somos de los que se apartan de Dios hacia su propia destrucción. Somos los fieles y nuestras almas serán salvas”. Cuando una persona decide consagrarse y entregar su vida a Dios, empieza a tomar nuevos hábitos y costumbres: deja prácticas que antes eran normales, como beber, bailar o vivir bajo conductas que no agradaban a Dios. Con la entrega viene un cambio profundo: nuevas amistades, nuevas formas de hablar, de vestir, de comportarse y de relacionarse. Incluso los círculos sociales cambian, y los demás notan la transformación.
Muchos testimonian que la persona “se ve mejor, diferente, con un brillo especial”, porque realmente ha encendido su vida en Dios. Sin embargo, con el paso del tiempo, ese fuego puede comenzar a apagarse. Personas que estaban encendidas en su comunión con Dios entran en un ciclo de enfriamiento sin darse cuenta.
Cuando hablamos de enfriamiento, nos referimos a ese proceso de alejamiento de los nuevos hábitos y comportamientos aprendidos de Dios. La Biblia nos recuerda en 1 Corintios: “No se equivoquen, las malas amistades corrompen las buenas costumbres”. Quien se deja arrastrar por viejas conductas y compañías, termina perdiendo las buenas prácticas que había desarrollado, lo cual abre la puerta a la frialdad espiritual.
¿Cuáles son los síntomas de este enfriamiento? Veamos tres de ellos:
El primer síntoma es la falta de enfoque. Las personas dejan de enfocarse en Dios, en asistir a la iglesia o en leer la Biblia. Se sienten seducidos por más trabajo y compromisos, y el tiempo que antes dedicaban al Señor comienza a dividirse. Piensan que pueden reemplazar la comunión presencial con mensajes en línea o videos, pero la realidad es que la presencia de Dios nunca se experimenta igual a través de una pantalla como en la congregación, en medio de la familia de la fe.
El segundo síntoma es la apatía. La persona ya no siente el mismo interés por las actividades de la iglesia. Antes participaba de todo con entusiasmo, pero ahora la apatía le hace pensar: “Otra vez lo mismo, eso ya no es para mí”. Y así va rechazando conferencias, cadenas de oración o clases de formación que antes fortalecían su vida espiritual.
El tercer síntoma es el regreso a los antiguos hábitos. La persona empieza a retomar costumbres y amistades de su vida pasada: los que invitan a beber, bailar, parrandear o criticar. Así vuelve poco a poco al estilo de vida que ya había dejado atrás. Ese camino conduce inevitablemente a la perdición, porque el enfriamiento se disfraza bajo excusas y justificaciones.
La Palabra de Dios concluye diciendo: “Dentro de muy poco tiempo, aquel que viene vendrá sin demorarse. Mis justos vivirán por la fe, pero no me complaceré con nadie que se aleje”.
ORACIÓN

Padre Celestial, en el nombre de Jesús de Nazaret te damos gracias por este tiempo en el que nos permites aprender de tu Palabra. Hoy reconocemos que los síntomas del enfriamiento son claros, pero muchas veces el corazón engañoso no los percibe.
Te pedimos por aquellos que han identificado en sí mismos alguno de estos síntomas. Señor, que recuperen el enfoque, que vuelvan a valorar la importancia de congregarse y buscarte en comunidad. Que quienes sienten apatía sean renovados en gratitud y compromiso, reconociendo que en tu casa han sido levantados y bendecidos.
Oramos también por quienes han regresado a sus antiguas costumbres. Te pedimos que les des fuerza para cortar definitivamente con aquello que les aleja de ti, que sean conscientes de su condición espiritual y vuelvan a tu gracia.
Dios amado, no te complaces en el alejamiento. Por eso entregamos en tus manos a cada persona que pudo reconocer alguno de estos síntomas. Dales la fe, la fortaleza y la perseverancia para vencer las dificultades espirituales y mantenerse firmes hasta el fin.
En el nombre de Jesús de Nazaret oramos.
Amén y amén.
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