Filipenses 4:9 (NTV) No dejen de poner en práctica todo lo que aprendieron y recibieron de mí, todo lo que oyeron de mis labios y vieron que hice. Entonces el Dios de paz estará con ustedes.

Esto es precisamente lo que el apóstol Pablo entendía como parte de su legado: dejar un modelo de vida para aquellos que habían escuchado de sus labios el mensaje de salvación. Como seres humanos, tenemos una profunda necesidad de observar y aprender a través del ejemplo.

Desde la infancia, aprendemos imitando a otros. La mayoría de las cosas que sabemos hacer hoy, las aprendimos observando cómo lo hacían otras personas. Por ejemplo, muchos de nosotros aprendimos a amarrarnos los zapatos porque un día nuestro padre o madre nos enseñó. Y probablemente hoy lo hacemos de la misma manera que ellos, porque replicamos lo que vimos en ellos.

Este patrón de aprendizaje también se refleja en otras áreas de la vida, como la cocina.
Muchas mujeres cocinan de manera excepcional, no por casualidad, sino porque aprendieron observando a sus madres. Su sazón, su forma de preparar los alimentos, es un conocimiento que se transmite de generación en generación. Así se conservan las costumbres, los métodos y las formas.

El apóstol Pablo sabía que en el Evangelio también se necesitaban ejemplos claros.
En cuestiones de conducta, comportamiento, manera de hablar y de relacionarse, es necesario que alguien deje un ejemplo digno de imitación. Pablo fue ese ejemplo. Por eso dijo: “No dejen de poner en práctica todo lo que aprendieron y recibieron de mí.”

Esto nos lleva a una pregunta clave: ¿Quién es mi ejemplo a seguir? Pablo se presentó como un modelo digno de imitar. Él sabía que sus acciones y enseñanzas impactarían directamente a quienes venían detrás. Y tú, ¿quiénes son tus maestros ahora? ¿De quién estás aprendiendo?

Cuando somos niños, nuestros padres son nuestros modelos. Lo que vemos en ellos es lo que más adelante repetimos, incluso de manera inconsciente. Hace poco hablé con una mujer de unos cuarenta años que decía no sentirse cómoda con su manera de ser. Provenía de un contexto alejado de la iglesia, y lo que más le preocupaba era el desagrado de sus hijos ante su estilo de vida: salía con diferentes hombres, iba a fiestas, bebía y decía que solo quería “divertirse”.

En la conversación, le hice una pregunta clave: “¿Dónde aprendiste eso?” Ella no supo qué responder. Entonces fui más directo: “¿Tu mamá hacía lo mismo?” Guardó silencio por unos segundos, y luego respondió: “Sí, mi mamá hacía eso, y yo lo odiaba. No soportaba verla con otros hombres, bailando o embriagándose.” Con eso entendió que estaba replicando el mismo patrón que había criticado de su madre.

Ese momento fue un llamado de conciencia: ella podía romper con ese ciclo. Al hacerlo consciente, se abre la posibilidad de elegir quién será nuestro ejemplo a seguir. Ya no somos esclavos de lo aprendido en el pasado: podemos seleccionar modelos de vida saludables, transformadores, que nos guíen hacia una vida con propósito.

En la Biblia encontramos muchos maestros. Como hombres, podemos mirar el ejemplo de Abraham, Moisés, David o el mismo Pablo. Como mujeres, también hay figuras poderosas e inspiradoras. Lo importante es reconocer que necesitamos guías, pero también comprender que nosotros mismos somos un ejemplo para alguien más.

ORACIÓN

Padre Celestial, en el nombre de Jesús de Nazaret, te damos gracias por la oportunidad que nos das de aprender de tu Palabra. Gracias por los grandes ejemplos que dejaste en ella para ser nuestros maestros. Aprendemos tanto de Abraham, que nos muestra lo que es la fe. Nos inspiran la entrega total de Moisés y el corazón de adorador de David.

Aunque fueron humanos y cometieron errores, también nos dejaron valiosas enseñanzas. Gracias por esos modelos que podemos imitar.

Señor, también entendemos que nosotros estamos siendo observados. Nos convertimos en ejemplo para nuestros hijos, para quienes nos rodean, incluso para quienes aún no conocemos. Muchos aprenderán de lo que ven en nosotros, incluso sin que se los digamos.

Hoy tomamos una decisión consciente: elegir buenos maestros y ejemplos a seguir. Pero también nos comprometemos a ser nosotros un buen ejemplo. Queremos vivir de manera que honre tu nombre y edifique a los que están a nuestro alrededor.

Gracias por tu Palabra, por la sabiduría que en ella nos entregas y por moldear nuestras vidas con tu amor.

Oramos en el nombre de Jesús de Nazaret. 

Amén y amén.

¡Bendiciones!