Romanos 9:4 (NTV) Ellos son el pueblo de Israel, elegidos para ser los hijos adoptivos de Dios. Él les reveló su gloria, hizo pactos con ellos y les entregó su ley. Les dio el privilegio de adorarlo y de recibir sus promesas maravillosas.

El apóstol Pablo, en esta carta a los Romanos, expresa el profundo dolor que sentía por su propia nación. Como judío y maestro de la ley, conocedor profundo de las Escrituras, le dolía ver a sus hermanos alejados de Dios. En su angustia, llega a decir que daría lo que fuera por su salvación, pero reconoce que no puede hacer más.

Los judíos rechazaron a Jesucristo. No creyeron en Él, lo tomaron como un impostor y un lunático. Esa incredulidad los llevó a crucificar al Mesías. Pablo analiza los privilegios que Dios les dio y cómo los desperdiciaron. Esos mismos privilegios están hoy a nuestro alcance, pero muchos también los ignoran.

Veamos este listado de bendiciones:

1. Elegidos para ser hijos de Dios: Él nos ha llamado a ser sus hijos. ¿Lo estamos aprovechando? ¿Vivimos con la certeza de que somos hijos del Rey, del Creador del universo?
2. Revelación de su gloria: Dios mostró su poder a Israel: el Mar Rojo abierto en dos, fuego descendiendo del cielo... Hoy también su gloria se revela, pero ¿la vemos o la ignoramos?
3. Pactos con ellos: Dios hizo alianzas llenas de bendiciones y promesas. Nosotros también somos herederos de pactos maravillosos en Cristo.
4. Entrega de su ley: Dios les dio su palabra, les mostró cómo vivir. Hoy, tenemos la Biblia, pero ¿la valoramos realmente? 
5. Privilegio de adorarlo: Dios los sacó de Egipto para que lo adoraran. Hoy, ¿somos de los que llegan a la iglesia corriendo en la última alabanza? ¿O de los que consideran la adoración como algo secundario?
6. Recibir sus promesas: Muchos viven sin esperanza porque no abrazan las promesas de Dios. ¿Las recibimos con fe o las dejamos pasar?

ORACIÓN

Padre Celestial, en el nombre de Jesús, te damos gracias por el privilegio de ser llamados tus hijos. Hoy hemos aprendido cuán grande fue la bendición que diste a Israel y cómo la desperdiciaron. Es fácil juzgarlos, pero nuestra generación hace lo mismo.

Señor, perdónanos por las veces que no vivimos como hijos tuyos, cuando nos alejamos de tu presencia o no te adoramos con corazón sincero. No queremos desperdiciar el privilegio de conocerte. Queremos apropiarnos de tus promesas, vivir en tu gloria y exaltarte cada día.

Bendice a cada persona que se acerca a ti y ha entendido que tenerte es el mayor de los privilegios. Gracias, Padre, en el nombre de Jesús. 

Amén y amén.

¡Bendiciones!