- 3 Jan 2025
- Category: Devocional
El Devocional: Una Costumbre De Mucho Provecho
Marcos 10:1 (NTV) Luego Jesús salió de Capernaúm, descendió a la región de Judea y entró en la zona que está al oriente del río Jordán. Una vez más, las multitudes lo rodearon, y él les enseñaba como de costumbre.
Jesús tenía una costumbre muy peculiar: la de enseñar. Siempre que se encontraba rodeado por personas, procuraba apartarse a cierta distancia para atraer su atención y aprovechar el momento para dictar una enseñanza sobre principios del reino de Dios.
Él enseñaba de manera muy natural, utilizando elementos cotidianos de la naturaleza para ilustrar sus mensajes. Por ejemplo, hablaba de pastores y ovejas, sembradores y semillas, o de la búsqueda de tesoros. Con frecuencia utilizaba parábolas para que las personas entendieran los conceptos de forma sencilla y clara.
No cabe duda de que Jesús era un gran maestro. Cada vez que estudio sus palabras y la forma en que se dirigía a las personas, me impresiona profundamente. Él tenía un equilibrio perfecto entre su tiempo con las multitudes y su conexión con el Padre.
A veces se aislaba por completo, ya sea con dos o tres personas cercanas o de manera solitaria, para recargar energía y buscar la presencia de Dios. La Biblia relata cómo, en ocasiones, los discípulos lo buscaban y no lo encontraban, porque había cruzado al otro lado del río o del mar para estar a solas. Sin embargo, también pasaba tiempo entre multitudes: en una ocasión enseñó a más de cinco mil personas. Este balance entre la soledad y la multitud era una muestra de su sabiduría y propósito.
Jesús aprovechaba cada oportunidad para enseñar. En una ocasión, subió a un monte para dirigirse a una gran multitud. Ese mensaje es conocido como el Sermón del Monte. Allí dio principios valiosos, como las bienaventuranzas: “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”. En este discurso, Jesús resaltó la importancia de buscar el reino de Dios y su justicia.
La enseñanza era una costumbre productiva en la vida de Jesús, y esto revela algo crucial: si Él enseñaba, es porque sabía que para nosotros, como creyentes, aprender es fundamental. Jesús nos invita a ser estudiantes eternos de sus palabras y a aprender de su ejemplo.
Personalmente, me he declarado un estudiante eterno de Jesús. Leo sus palabras, analizo su forma de comportarse, su manera de guardar distancias, de elegir con quién pasar tiempo, y hasta de enfrentarse a desafíos. Aprender de su ejemplo me lleva a comprender que hay lecciones incluso en convivir con personas difíciles, como un Judas o un Pedro, y que sembrar en los demás es una forma de trascender.
Cuando invertimos tiempo y enseñanzas en las personas, dejamos una huella que permanece incluso después de nuestra partida. Por eso, sigamos el ejemplo de Jesús. Primero, aprendamos de Él, y luego enseñemos a otros, ya sea a nuestros hijos, nietos o a través de grupos de conexión.
Así como Jesús comenzó aprendiendo a los 12 años en el templo, luego enseñó en las sinagogas y, más tarde, llevó su mensaje a las calles y aldeas, también nosotros podemos seguir este camino.
ORACIÓN
Padre Celestial, en el nombre de Jesús de Nazaret, te damos gracias por la oportunidad de aprender de ti y de tu Palabra. Jesús, tu ejemplo es perfecto. Nos mostraste cómo invertir tiempo en las multitudes, cómo edificar a los discípulos más cercanos y cómo desconectarte para conectar con el Padre.
Gracias por las enseñanzas que quedaron registradas en la Biblia, por tus palabras que siguen impactando nuestras vidas. Hoy queremos imitarte, Señor.
Queremos aprender y crecer, madurar y trascender, dejando un legado en los corazones de nuestros hijos, nietos y todos aquellos a quienes tengamos la oportunidad de enseñar. Ayúdanos a sembrar con amor, a ser líderes que reflejen tu luz, a invertirnos en los demás como lo hiciste tú.
Padre, bendice a cada creyente que escucha y lee este devocional. Que sean personas guiadas por tu Espíritu, buscando siempre tu reino y tu justicia. Te honramos y te damos toda la gloria. Oramos en el nombre poderoso de Jesús.
Amén y Amén.
¡Bendiciones!
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