- 15 Nov 2024
- Category: Devocional
El Devocional: Una Maldición Destructiva
Éxodo 20:17 (NTV) No codicies la casa de tu prójimo. No codicies la esposa de tu prójimo, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su burro, ni ninguna otra cosa que le pertenezca.
Estamos leyendo el libro de Éxodo, en el punto específico donde el Señor nos habla de los Diez Mandamientos. Estos mandamientos son lineamientos morales que orientan cómo los judíos deben vivir, estableciendo ciertos límites. Cuando el Señor nos advierte que estos son mandamientos que debemos respetar, es porque cruzar estas líneas es peligroso.
El último de estos mandamientos nos dice claramente: "No codiciarás." Aquí, la Biblia nos enseña que la codicia se dirige siempre hacia algo de otra persona; es decir, no debemos codiciar la casa, la vida, o los bienes de alguien más. Hoy en día, esta es una falta que se comete cada vez más.
Las redes sociales han permitido que este mandamiento sea uno de los más ignorados. Las personas ven en redes sociales cómo otros llevan sus vidas y, en muchos casos, lo que ven es solo una cara de la moneda, rara vez muestran la vida real de las personas. Esto deja a muchos con sentimientos de fracaso y derrota, al compararse constantemente con los demás.
Cada día, más personas se exponen a este tipo de contenido, viendo imágenes de casas, viajes y autos, que muchas veces son solo una ilusión de riqueza. Detrás de esta necesidad de exhibir lo que poseen, suele haber vacíos internos. Cuando alguien siente la necesidad de mostrar que "tiene algo," eso revela una falta en su interior.
La advertencia de Dios para nosotros hoy es clara: No codiciemos la vida de los demás, sus casas, vehículos, trabajadores, o pertenencias. Dios da a cada uno la medida justa, conforme a su esfuerzo y dedicación, de acuerdo a la ley de la siembra y la cosecha. Si sembramos trabajo, disciplina y constancia, tarde o temprano veremos los frutos.
Hoy en día, las personas no sólo codician los bienes de otros; también cruzan otra línea, aún más delicada, empiezan a codiciar la forma de ser de alguien más. Codician su carisma o la atracción que ejerce en los demás. Y no hablo solo de belleza física, sino del brillo que irradia, de cómo otras personas lo rodean y escuchan. Este tipo de codicia puede ser peligrosa. Si alguna vez has sentido este deseo, es importante identificarlo y llevarlo a Dios.
Entrégale ese sentimiento al Señor, desahógate y suéltalo ante Él. Cuando lo haces, esa emoción desaparece, y Dios te libera, permitiéndote disfrutar plenamente de tu vida, de lo que tienes y de los que te rodean. Las personas que viven bajo esta "maldición de la codicia" no pueden disfrutar ni de lo que poseen ni de quienes los rodean. Solo encuentran satisfacción al ver que a la persona que tanto envidian le ocurre algo negativo. Esto es destructivo.
ORACIÓN
Padre celestial, en el nombre de Jesús de Nazaret, te damos gracias por la oportunidad de estar aquí, conectados a tu palabra. Gracias por advertirnos sobre los peligros de la codicia, una verdadera maldición destructiva. Sabemos que esta puede arruinar la vida de quienes la padecen.
Hoy, Señor, ponemos en tus manos cualquier sentimiento de codicia que haya en nuestro corazón, ya sea por las posesiones de alguien más o incluso por su personalidad. Entregamos a ti esos deseos y bendecimos a cada persona que forma parte de este devocional. Gracias, Señor, por hablarnos continuamente a través de tu palabra.
Oramos en el nombre de Jesús de Nazaret.
Amén y amén.
¡Bendiciones!
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