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Una Señal Celestial

El Devocional: Una Persecución Con Propósito

 

Hechos 9:4 (NTV) Saulo cayó al suelo y oyó una voz que le decía: —¡Saulo, Saulo! ¿Por qué me persigues?

 

Todos conocemos la historia de Saulo, quien antes de convertirse y aceptar a Jesucristo como su único Dios y Salvador, llevaba una vida perversa. Sus manos estaban manchadas de sangre, y sobre su historial pesaban las muertes de varios mártires y seguidores de Cristo. En una ocasión, Saulo se dirigía a capturar más creyentes para asesinarlos.

 

Mientras viajaba, montado en su caballo con la misión de perseguir a los seguidores de Jesús, una luz del cielo lo cegó y lo derribó. Fue entonces cuando escuchó una voz desde el cielo que le dijo: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” Este encuentro transformador nos muestra que hay dos formas de perseguir a Jesús: de manera negativa y con propósito.

 

Primero, reflexionemos sobre la persecución negativa, como la que Saulo practicaba antes de convertirse en Pablo. Hoy en día, aún existen personas que persiguen a Jesús de esta forma, y quiero que pensemos en ello.

 

Un ejemplo de esta persecución ocurre cuando un esposo impide que su esposa vaya a la iglesia. Puede que la critiquen por asistir a los servicios, manipularla emocionalmente diciéndole que está descuidando su hogar o su familia. Esta actitud es una forma de oponerse a la obra de Cristo, y la voz que le dijo a Saulo, “¿Por qué me persigues?” también nos llama a nosotros. ¿Por qué nos oponemos al avance del evangelio? ¿Por qué nos interponemos entre Jesús y los que lo buscan?

 

Otro ejemplo se da cuando los padres prohíben a sus hijos asistir a la iglesia. He sido testigo de jóvenes que desean fervientemente estar en la casa de Dios, servir en algún ministerio, tocar instrumentos o involucrarse en diversas actividades. Sin embargo, hay padres que, en lugar de apoyarlos, los castigan y les impiden participar. Este comportamiento también es una forma de perseguir a Jesús, y es importante reflexionar sobre cómo nuestras acciones afectan la vida espiritual de nuestros hijos.

 

Asimismo, aquellos que critican al predicador, desautorizando la enseñanza que se imparte o hablando mal de la iglesia, también están persiguiendo a Jesús de manera negativa. Los padres que se quejan de los pastores o de la iglesia delante de sus hijos están sembrando semillas de rebeldía en sus corazones. Cuando nos oponemos al mensaje del evangelio de esta manera, Jesús nos pregunta: “¿Por qué me persigues?”

 

Por otro lado, está la persecución con propósito. Este tipo de persecución es aquella en la que decidimos seguir a Jesús con todo nuestro ser, en búsqueda de su presencia, en la intención de seguir sus pasos y cumplir con la misión que Él dejó en la tierra. Este tipo de persecución es lo que Jesús espera de nosotros.

 

Si vamos a perseguir a Jesús, debemos asegurarnos de que sea con un propósito claro y correcto. No podemos seguirlo con una actitud de oposición, como lo hacía Saulo antes de su conversión. Debemos buscarlo con el corazón sincero, dispuesto a seguir sus enseñanzas, a caminar por el camino que Él trazó para nosotros.

 

Saulo, después de su encuentro con Jesús, se convirtió en Pablo, quien dejó atrás su vida de persecución y, a partir de ese momento, persiguió a Cristo con amor y con propósito. Pablo siguió el camino de Jesús y llegó a decir a los creyentes: “Sean imitadores de mí, como yo imito a Cristo.”

 

Hoy, Jesús nos pregunta a todos: “¿Por qué me persigues?” Si vamos a perseguirlo, que sea con un propósito, con el deseo de seguirlo de todo corazón. Evitemos la persecución negativa, aquella que se opone al avance de la obra de Cristo, que no se enfrenta a las personas, sino al mismo Jesús. En cambio, persigámoslo con un corazón lleno de amor y dispuesto a hacer su voluntad.

 

ORACIÓN

 

 

Padre Celestial, te damos gracias en el nombre de Jesús por la oportunidad de escuchar tu voz, como lo hizo Saulo en su encuentro contigo. Hoy, escuchamos tu llamado a través de tu Palabra, que es vida y verdad.

 

Te pedimos perdón por todas las veces que hemos perseguido de manera incorrecta. Por las veces que nos hemos opuesto a tu obra: cuando hemos impedido que nuestros hijos o nuestros seres queridos te sigan, cuando hemos hablado mal de la iglesia, de los predicadores o de los líderes que Tú has puesto en Tu iglesia.

 

Perdónanos, Señor, si hemos manipulado a nuestros seres queridos para que no vayan a la iglesia o hemos criticado el trabajo que Tú estás haciendo a través de tu pueblo. Queremos arrepentirnos de toda oposición hacia tu obra.

 

Te pedimos que, si vamos a perseguirte, lo hagamos con propósito, como lo hizo Pablo después de su transformación. Que podamos seguirte con amor, dedicación y con la intención de vivir según tu voluntad. Que nuestras vidas reflejen tu ejemplo y, al igual que Pablo, podamos decir: “Imiten mi fe, como yo imito a Cristo”.

 

Te damos gracias, Señor, por tu misericordia y por tu llamado a seguirte. En el nombre de Jesús, oramos.

 

Amén y amén.

 

¡Bendiciones!

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