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Una Señal Celestial

El Devocional: La Familia De Dios

 

1 Juan 3:9 (NTV) Los que han nacido en la familia de Dios no se caracterizan por practicar el pecado, porque la vida de Dios está en ellos. Así que no pueden seguir pecando, porque son hijos de Dios.

 

Esta carta es especialmente interesante, en particular el capítulo 3, porque nos habla de la forma en la que Dios nos mira. En el Evangelio de Juan se dice que aquellos que reciben a Jesucristo reciben el derecho de ser hechos hijos de Dios. 

 

Este evangelista enfatiza la identidad de los creyentes como hijos de Dios, destacando la importancia de saber que Él es nuestro Padre y que pertenecemos a su familia. Quienes nacen de nuevo no nacen de la carne, sino de Dios, tal como Jesús le explicó a Nicodemo: "Lo que ha nacido de la carne, carne es; pero lo que ha nacido del Espíritu, espíritu es".

 

Así como heredamos las características de nuestros padres biológicos al nacer, al nacer del Espíritu comenzamos a desarrollar las características de Dios en nuestra vida. Ser parte de la familia de Dios nos distingue porque ya no practicamos el pecado de manera deliberada, intencional y repetitiva. 

 

La Biblia deja claro que quienes persisten en pecados conscientes y constantes no pueden ser considerados hijos de Dios, aunque se llamen a sí mismos de esa manera. Por eso, la primera carta de Juan nos dice: "Los que han nacido en la familia de Dios no se caracterizan por practicar el pecado, porque la vida de Dios está en ellos".

 

Pertenecer a la familia de Dios es un gran privilegio. Nos convierte en hijos del Altísimo, nos posiciona en lugares celestiales, nos da una identidad definida y nos abre puertas de bendición. Cuando nuestra vida estaba destinada al fracaso, la tristeza y la desesperanza, Dios apareció, nos hizo nacer de nuevo, nos adoptó como sus hijos y puso su vida dentro de nosotros. 

 

Así, comenzamos a reflejar sus cualidades: bondad, amor, misericordia, compasión, dominio propio y fidelidad. Estas son las características que el apóstol Pablo llama "frutos del Espíritu" y que se manifiestan en quienes han recibido la vida de Dios en su interior.

 

Dado que la vida de Dios está en nosotros, nuestro caminar refleja su carácter. Vamos madurando, aprendiendo y pareciéndonos más a Él. Si esto es así, ¿por qué seguir pecando de manera intencional? Sabemos que podemos equivocarnos y cometer errores, porque es parte del aprendizaje y de la vida. 

 

Sin embargo, el pecado deliberado, consciente y repetitivo no es característico de quienes han nacido de Dios. Aquellos que lo practican no pueden ser llamados hijos de Dios.

 

ORACIÓN

 

 

Padre celestial, en el nombre de Jesús de Nazaret te damos gracias, porque con tu palabra nos guías e instruyes. Eres el Padre que todos necesitamos y anhelamos. Nos has dado el privilegio de pertenecer a tu familia y de recibir tu vida en nosotros. Gracias porque nos enseñas que quienes te pertenecen no viven en el pecado ni para el pecado, sino que han aprendido a despojarse de él.

 

Señor, que ninguno de tus hijos practique el pecado de manera deliberada, intencional y repetitiva. Que nadie que lleve tu nombre se oculte en secreto para hacer lo que es contrario a tu voluntad. Que no haya engaño en los matrimonios, infidelidad emocional o física, ni acciones que deshonren el evangelio.

 

Hoy tu palabra nos habla con claridad: somos tus hijos, pertenecemos a tu familia. Nos has dado una identidad única y nos has posicionado en un lugar de privilegio. Desde esa posición viviremos y actuaremos conforme a lo que somos. Gracias por la oportunidad de conocerte y de nacer de nuevo a través de ti. Que aquellos que han nacido de nuevo sean identificados como hijos tuyos, reflejando tus características y manifestando tu vida en ellos.

 

Gracias, Padre. Oramos en el nombre de Jesús de Nazaret. 

 

Amén y amén.

 

¡Bendiciones!

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